viernes, junio 27, 2008

Distancia


de viaje y pensativo

Las estrellas brillan más cuando no las miras
Las ciudades son puntos lejanos ante mis ojos, fugaces como la vida
Y no sé cómo poner flores a los muertos
Salta en el aire de mi garganta y brillan las luces, testigos mudos del tiempo
Recuerda mi fe la distancia
Que renueva suspiros y fortalece espíritus
No sabes cómo brillan las estrellas cuando no las miras
Y cómo el humo, de un cigarrillo, nos une en una comunión eterna en el cielo con sus lazos etéreos
Y ese verde que nos conecta
Es más gelsol que aire
Y no me importa morir un momento si lo comparto con vos
No sabes como brillas cuando no te veo
Me busco/te busco
Y no te/me encuentro
Y a pesar de que no estamos perdidos, nunca nos encuentro
No sabes como brillas para mi cuando no te veo.




y en mi cabeza no hay más magia. sólo estás vos.





volveré, espero...

lunes, junio 16, 2008

The weeping parents wept in vain

The weeping child could not be heard,
The weeping parents wept in vain:
They stripped him to his little shirt,
And bound him in an iron chainsome human sleep.
William Blake a little boy lost
La aspereza se revuelve en medio de las sombras.
Y las formas se estremecen en medio de la soledad.

Espera

¿Cómo es posible que alguien te espere… espera?

¿Cómo es posible… alguien que espere?
¿Alguien que espere?

Se estremecen las lágrimas sobre tu cuerpo

Entonces

A veces las cosas no son como parecen.

lunes, junio 09, 2008

Un puñado de polvo


III

- Los árboles brillaban llenos de fruta madura, al igual que nuestros ojos.
Dijo Julia Sagastegui Balcazar de Mayo con una gran sonrisa, mientras llevaba de la mano a Jemina, que caminaba en un interminable sueño de nubes grises, formas, sombras, cubos, esferas y conos. Sus pies se deslizaban ligeramente sobre las nubes, ninguna de las dos tenía miedo.
- Las cosas eran no eran de oro, no nos faltaba el sueño, no nos sobraba el tiempo para jugar como hubiésemos querido, pero éramos felices. No habían miedos ni secretos, las flores con sus coloridos pétalos, iluminaban las tardes y tornaban en rojos los azules y en verdes los amarillos…

Las horas pasan muy rápido, las noches no duraban nada ante sus ojos, la semana se escurría entre sus recuerdos y les costaba más pensar en los días pasados que vivir el nuevo día, no estaban cansadas, se sentían tan humanas como un par de líneas en el papel, ambas respiran, respiran, respiran…

- tengo un cepillo en el bolso, un espejito en el que veo mis ojos para maquillarlos, una pequeña libreta de direcciones, llevo el sonido de la luna en el pelo, llevo uno de mis dedos en la boca, tengo una mano con las uñas cortas y la otra con las uñas largas y mis ojos le recuerdan a mi padre las voces del pasado, entre mi madre y yo de niña. Es hermoso ver las tardes doradas de vida y los niños que juegan en medio de la calle, algo de música y el humo e un cigarrillo.
Es hermoso y mágico.

Dijo entonces Jemina, que ahora sonreía dijo con una luz que le brotaba desde el corazón que late fuerte al ritmo de su respiración emocionada.

- Llevo para mi madre el dinero de la fruta, quince con cincuenta centavos, quisiera que termine este año, pero este año era bisiesto, así que es un día más, llevo a demás la sonrisa del viento en el pelo y la gracia de la virgen en el alma, la bendición que reciben todos los niños al nacer, y también tengo las formas de las graciosas enredaderas sobre las manos.

Entonces en la lejanía nunca fue tan real como era hoy, y el plateado invierno describía una forma en el horizonte: el fin e la tierra

Entonces el hombre que estaba montado en un ala se levantó y sonrió hasta más allá de los abismos, levantando su sombrero de copa en una elegante caravana era un hombre que llevaba la luz en su rostro, un hombre que tenía los pies rojos como las patas de las palomas.

Y juntas cayeron hasta lo más profundo de la eternidad siendo una y otra a la vez,


- Recuerdo ese pasillo en el que jugaba, el mismo que daba al otro patio en que se apoyaban puertas viejas contra la pared, las piedritas que se envolvían en papeles de dulces para colgarlas en el nacimiento de navidad, mi madre costurando, mi madre cocinando, los conejos y las plantas… ningún aroma, ninguna luna. Tomar el baño en la tina, el sol en la espalda… no hay uvas que maduren con nuestras bocas, tampoco tejados que aguanten el peso de siete niños.





Fin

lunes, junio 02, 2008

Un puñado de polvo




II





Antes de que las mariposas recuperen el calor que diariamente necesitan para volar, antes de que ese horizonte nuestro se percatara de que se prende en llamas, los niños se levantaron de la cama -que no era exactamente una cama, era algo parecido a un torbellino de pieles que los mantenía tibios- Eran siete niños de un aspecto flemático que confundían sus cuerpos con la sombra y su hambre con el sueño.


Voces rompen la oscura y silenciosa simetría original de la habitación.


El primero debía ser una niña, pero la verdad es que aparentaba ser un hombre robusto de pecho amplio, el segundo parecía una llaga abierta, el tercero un soplo de viento, claramente, el cuarto es una niña, morena y delgada que tiene el rostro lleno de vida todavía. La siguiente es otra niña, esta lleva una sonrisa blanca en su rostro tibio, el siguiente es un niño de pelo rizado que llevaba la inocencia en medio de los ojos y el último pecado tiene los pies descalzos sobre el piso de tierra, parece un fantasma.

El padre se levanta de una nube de polvo, parece un hombre de greda, grave y soberbio.

Calienta el agua. Los niños salen en silencio, uno tras otro.

Nuevamente el rojo se ha puesto de lado de la eternidad, siempre hay cosas nuevas en el cielo, esta vez es más fuego que rojo y ensueño. Las nubes impiden que la luz de sol llene de calor el camino. Los piecitos descalzos del último niño estaban rojos como las patas de las palomas, y en ellos una mancha negra de suciedad aparenta ser un conejo.

Subieron a un autobús que llevaba el número uno en la parte de atrás, era un viejo conocido el que les llevaba en esta ocasión.

- Buenos días don Agustín.
- Hola, ¿¿Cómo están niñitos?? –Preguntó con cierto dolor en su aliento, quizás ellos inspiraban lástima ante sus ojos, quizás sólo un momento de dolor atrapado en su garganta, quizás una simple herida en su sombra le palpitaba, pero a su bolsillo no le importaba que le oprimieran el alma. Les cobró el pasaje acostumbrado.
Jemina, que era la mayor de todos y llevaba al más pequeño en los brazos, con una postura en la que más bien parecía estrangular al niño en lugar de protegerle, le alcanzó unas monedas. Se calló y condujo velozmente a sus hermanos hasta el fondo del autobús. Ahora el frió sólo es parte de los recuerdos invernales, que pronto acarician la piel de la gente, a las puertas de junio.

Triángulos, perfiles claros y esferas negras dominan el paisaje gris, los conos gigantes se dispersan como árboles, hay afuera sombras que van de mano en mano, delgados perfiles que cortan los objetos en mitades iguales.

- Lo mágico de las estrellas es que todas parecen vivas.

Jemina se despierta, había soñado mucho, y sus hermanos ya estaban inquietos revoloteando por el autobús. Llegaron rápidamente al centro de la ciudad.

En un puesto del mercado, al centro de la ciudad, en un rincón oscuro, pero el mismo puesto, espera la madre de los niños, es Ana María Moreno Cruz, una mujer de manos graves y que aparenta unos treinta años, llena de manchas en la cara, seguramente golpes.

- Ya, de una vez. Jemina, toma anda a vender esto al mercado, sentadita como siempre.
- Ya. (es como si Jemina no viviera)
- Llévate a Juda contigo.

En un vacío increíble y con los ojos puestos en las miles de sombrías formas que recorren el mercado. Los demás hermanos se mueven en medio de ellas. Todos se alejan de Jemina. Ella se dirige al rincón, que se ha acostumbrado a su forma, en busca de terminar con la labor que su madre le ha encomendado.

Sentadita sobre una bolsa de mercado (una de esas que aún se usan en las casas para hacer las compras) ofrece unos frutos brillantes que despiden un olor fragancioso, claro y profundo, describen curvas en el aire, contraen los pulmones de los pasantes.

Son nísperos y membrillos.

Se escurren las personas, unas compran, otras no. Unos le miran, otros no. Se escurre de sus dedos los dedos de Juda, que con los pies descalzos y rojos como las patas de las palomas, corre libre en el patio principal se siente un hombre listo para iniciar su vida. Un rayo de sol traza sobre el rostro de Juda, un brillo con fulgor glacial. Jemina se levanta y le lleva nuevamente a su lado, cerca, para que nunca se pierda.

Una hermosa, mujer de ropas poco coloridas y con un sombrero a pesar de que no había sol, pasa por su lado. Jemina por un momento desea ser ella.

- Llena seas de gracia.

Dice suavemente Jemina para sí misma. El pequeño Juda mira la frente de Jemina como a una luciérnaga en la noche más oscura, es más que una hermana, es la definición perfecta de madre. Le abraza. Ahora Jemina no sabe más que llorar.

Pedazos de cielo se precipitan uno tras otro, y los que se estrellan contra los cuerpos secos de los hombres, se transforman para poder llegar a acariciar suavemente la piel tibia de la gente. Muchos huyen, otros se ocultan, otros aguardan en silencio.


hoy era el cumpleaños de mi viejo, que falleció ya hace un año.

pena de gallo.