martes, junio 30, 2009

A escribir





Shining Moon, Mystic Island by =JJCheddar77 on deviantART


Protocolo

Cuando las letras son difíciles de escribir, es muy simple y fácil escribir cada una de las palabras que se desintegran en la mente durante horas y horas, corregir cada uno de los errores, describir cada uno de los movimientos de los dedos que se levantan, resbalan y se equivocan -al empeñarse severos- en sendas barbaridades, inertes de sentido cayendo al mar de lo que no tiene significado.



A penas se acarician las superficies húmedas y saladas, se diluye entre las notas musicales de los ojos, parpado con parpado y pestaña con pestaña, una nueva mañana de otoño que comienza a respirar.

Las nubes son lentas para respirar, como lo he sido yo por muchos años. Cada vez me parece más y más lejano el momento para el que he sido concebido, me gusta creer que tengo un destino es para mantenerme tibio en esta desnudez que he creado para cada uno de mis recuerdos, pero ahora me coloco en medio de las mismas lejanías, donde un palpitante dolor se repite.

Me duele el costado.

Pero había que comenzar, tenía que sentir nuevamente lo que tanto tiempo se había macerado en este cuerpo rojizo de violencia, manchado de “ser” y “estar”, cambiante y forzosamente pensativo, nervioso y desesperadamente fingido. Respuestas que llegarían después de que la oscuridad en la que nos sume el tiempo, aclare con la vejez.

En el horizonte brillaba un diamante eterno.


Crippled black phoenix - 200 Tons of Bad Luck

Amanece.


martes, junio 16, 2009

Angelus I


- Yo no pude verlo, estaba muy oscuro y no pude verlo. Pero lo escuché acercarse desde lo profundo. Sé muy bien que no podré salvarle, sé que mi vida no basta para salvarle, sólo puedo vengarle.

No había luz alguna en el camino, todo el trayecto ocultaba viejo en las huellas de los caballos y viejo en la bruma del polvo; todo un mar de tinieblas, terribles nubarrones negros amenazaban con llover; a mi espalda, la noche rozaba los caminos y poco a poco se desvanecían en mi alma; y yo, buscaba alcanzar la eternidad desdichada que los errantes llamamos horizonte.
Me mareaba recordar las arañas de mi mente, el viento y los recuerdos y las nubes, ¡Dios mío! Esas nubes radiantes de delirio, todas afiladas en esa meseta verde de gente, de rostros bellos.

- ¿A qué le temes?
- A nada si dios está de mi lado.
- Dime la verdad. ¿A qué le temes?


Sin escuchar a nadie partí, pensado en poder huir del demonio y del amor tierno, sin mirar los rostros ni escuchar las voces que me llaman, sin oler el aroma a azahar y heno del campo en flor, sólo tinieblas en la tarde desolada para mis ojos. Estaba escrito, todos estos días estaban escritos y yo, siempre creía que estaba listo para lograr entender y controlar la verdad; yo, siempre yo.

- ¿A qué le temes?

En la lejanía de la ausencia cuento los segundos que pasan y repito sin cesar las oraciones que se precipitan sobre mis remembranzas, evocando los días solitarios de paz, como un niño que duerme un sueño tranquilo sobre el corazón de su madre, como si la mano de la virgen María me diera aliento, como un hombre listo para el ultimo sueño; pero me atormenta el tiempo y sé, que mientras más deambule buscando una cura a mi herida, mi alma vagará por sobre las hojas, por sobre el rocío y las tierras de la eternidad.
Yo era joven e inquieto, siempre guiado por la luz del alba y la piedad divina reinando en mi alma, siempre en calma y con la sabiduría gobernando mi juicio. Era joven y valiente, joven y bello; pero para alcanzar la gracia de las virtudes hay que olvidarse de otras y terminamos dejando de lado la humanidad, porque para ser un santo hay que dejar de ser un hombre.

- Te veo temblar.
- No hace tanto frió. –y tomando sus manos las calenté como se calienta las manos de los niños y sentí su piel fría y húmeda calentarse poco a poco; ella palideció por un momento y luego vi cómo el color regresaba a la flor bella que guardaba su rostro, mientras la santa se ruborizaba- vamos a orar.

Renunciar, olvidar, dejar de lado;

- Angelus Domini nuntiavit Mariae
- Et concepit de Spiritu Sancto
Ave Maria…

Un aroma a tierra mojada fluía joven sobre los recuerdos. Polvo, sombra y destierro. -Mientras se reza, hay que mantener los pies en movimiento*- y sacando un rosario de huesos, comenzó la novena deslizando la primera cuenca entre sus dedos. La tempestad se aproximaba y pronto sintió sobre la piel, que las aves alzaban vuelo, las canciones lejanas de la aldea callaban, los colores del alba se tornaba en gris y el cielo en delicado y desesperado hilo de plata que rozó su mejilla y golpeó el suelo despedazando su integridad en piezas imposibles de volver a unir, pronto fueron incontables e imposibles todos de volver a ser los mismos algún día.

- El agua moja mi rostro buscando los caminos que se marcan en mi piel, la sangre fluye bajo la piel, ¿Sabes? las venas se llevan la sangre al rostro cuando uno está cabeza abajo. –y solté sus manos con un movimiento brusco, pero amable; ya estaban tibias- eh… eso me lo dijo un sacerdote. Es muy sabio, curó a varios hombres con sus manos, sus oraciones y la gracia de dios.
- Bueno, ya terminamos, tenemos que ir a comer. Se hace tarde y Flor nos espera.
- No, no te vayas,-dije con algo trancado en la garganta, era como si todo el mundo pudiese meterse en ella y quizás, si así tendría que ser, aguantaría dos, lo haría para poder pasar un momento más a su lado- todavía no. Apenas ha comenzado a llover.

Esto no es lluvia, esto es una tormenta. Una tormenta de engaños y delicadezas validas para un mundo de tierra y flores, pero no para el páramo en el que pasaré el exilio. El miedo es parte del castigo, el miedo es el idilio, el miedo es caminar con la garganta seca en un desierto, el miedo es encontrar agua o no tener la suficiente vida para beberla.

- “Abrigado del viento y la lluvia en una cueva, como un animal”- pensé, como un animal que huye, como eso, -había perdido mi voluntad y rendido ante el instinto, un animal listo para el matadero. Nada más. Quería dormir, cuanto sueño perdido llevaba en los ojos, tanto tiempo vacío por la duda y el reflejo

Memoria cero. El sueño llegó sin preguntar.

- Sólo se posó sobre mi nariz. El cielo era gris y estaba cansado
- ¿Cuanto has caminado…?

La oscuridad de la noche había completado su sueño:
El padre cantaba ensimismado la canción que el hijo tocaba la guitarra desafinada, vestido de árbol viejo, con la solemne figura de la muerte en sus mejillas; ya sin cuerdas, la madre lloraba sobre el piano roto, el hermano menor pintaba un elefante de papel sobre sus rodillas desnudas, rodeadas de suciedad y tragedia, la niña que miraba la ventana, imaginaba su muerte empañada de vidrio; se escuchaba en la lejanía una melodía, el canto de las almas perdidas que se elevaba esperando perderse entre las gotas de lluvia de otoño.
El padre cataba meditabundo y hundido en sus lágrimas, meditabundo y perdido en sus palabras.
Escuché la canción de un hombre congelado.

- Basta, ya no quiero caminar, no quiero.
- Ya vamos a llegar ¿Ves esas luces? Es allá. No falta mucho. No te detengas.



No termina, no termina...

Es häng davon dir.


- Tengo miedo por mi alma y por mi mismo.