lunes, abril 19, 2010

Alguna tarde



Continuando con los cuentos a dos manos: Rafael Y Polux



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El error de ver pajaritos descabezados volando, puede corregirse dibujándoles caras, formas antropomorfas que nos riñan y muerdan. Cómo no dibujarles caritas, cómo dejarlos sin nombre entre todas las miradas y entre todas las batallas.

Sobrevuelen como palomas para cagarnos.

Ella, siempre hay un ella, tienen cualquier forma como azucenas, licores, aromas, mentiras, morenas, azules, tristes o rubias. En las historias de borrachos siempre caben sin saber lo que pueden hacernos. No sé cómo está. No sé si está muerta o soy yo el que sigue vivo al final del riachuelo.

Escucho la música, el latir del alma bajo el ataúd y consumo hierbas sanas para purgarme de la sobriedad, para dormir, para soñar. Concentro mis fuerzas en el firmamento, concentro mi energía en mis plegarias vivas de sueños y fe que corroen mis entrañas, corrompen mi arrogancia y despliegan el cielo hasta más allá de mis deseos.

Alguna tarde, como esta tarde, puede llegar. Puede que llegue como llegan las lágrimas a los ojos, o que sea en forma de debilidad, una debilidad hermosa que comprenda todos mis colores y todos mis pensamientos…

Si es que no me desangro primero.

La ayuda que espero (que espero y no debería esperar), debería tener cabeza de animal y cuerpo de una diosa incógnita libre del estereotipo humano. Alguien con quien beberíamos y hablaríamos de la sangre, sangre que ya no brotaría de mis heridas.

Sangre que lloran las despedidas o los sueños muertos sin despegar .No de la que brota de mi pecho por efecto de las malditas balas. Si no de la otra, de la que sangran los poetas que no pueden escribir porque sus dedos no dicen nada. Porque no la ven. Porque no son poetas porque nunca encuentran la superficie que pisan. Porque se autoflagelaron con balas. Nada es bala y la bala les habla. En la cabeza, sólo existe una “ella” ideal tendida sobre la cama, imaginando pajaritos eternos con cabeza y nombre de hombres y de estrellas.

Poseídas por la luz como sólo son las mujeres, llegan especialmente las putas grises, saben hacerlo, saben cómo llegar a esas tardes que intentamos inventar, saben cómo formar en nuestros ojos los coágulos de vidas marchitas, saben cómo ponernos las manos en la espalda y hacernos rezar por amor o por miedo… miedo de vernos desnudos y acabados en el licor y las hierbas amargas que sazonan nuestras almas quebrantadas de llantos innecesarios y de debilidades bellas.

- No sé como es que me dices todas esas cosas – me dice la vida desnuda sobre la cama, buscando un lugar en mis hombros donde apoyar la cabeza, mientras apaga otro cigarrillo y me baña con sus cenizas- no sé cómo te atreves a verme día tras día sin querer terminar conmigo. Vivir conmigo o sin mi en lo efímero y en lo sinsentido de nuestros corazones entrelazados con deseos y besos despiertos de mañana clara de abril. No sé a veces como sonreírte después de cambiar tanto tu mundo sin razón. Al final… no sé que más decirte che… creo que no aprendes si no es a bofetadas.

- ¿Y me hablas?

- ¿Por qué no?

- Alguna tarde. Puede suceder.








bajo las estrellas...